Silvia Severino, psicóloga: “Tus hijos te agradecerán un día que les enseñes estas cinco lecciones”
La tendencia de algunos padres a colmar de regalos y atenciones a sus hijos, con la intención de asegurarles una infancia feliz, puede tener efectos contraproducentes en su desarrollo emocional. L...
La tendencia de algunos padres a colmar de regalos y atenciones a sus hijos, con la intención de asegurarles una infancia feliz, puede tener efectos contraproducentes en su desarrollo emocional. La sobreprotección y el exceso de mimos no garantizan el bienestar futuro de los niños, lo que sí lo hace es una buena educación afectiva. Lo explica Silvia Severino, psicóloga que comparte sus reflexiones y consejos a través de su cuenta de TikTok (@silviaseverinopsico).
Para Severino, la verdadera labor de un buen padre no consiste en satisfacer todos los deseos o caprichos de sus hijos, ni en ceder ante sus exigencias. En cambio, considera fundamental proporcionar una educación orientada a fortalecer la autonomía emocional y la preparación para enfrentar tanto los momentos favorables como las dificultades inevitables de la existencia.
Las cinco lecciones esenciales para SeverinoEn una de sus últimas publicaciones, la psicóloga enumera cinco lecciones esenciales que, según su experiencia, los hijos agradecerán en el futuro. La primera de ellas es la importancia de cumplir la palabra dada: “Si rompes una promesa, las personas dejan de confiar en ti, sin importar cuánto hables después. La confianza se construye con hechos, no con palabras”, sostiene Severino en su cuenta de TikTok.
El segundo aprendizaje se refiere al respeto, que, en opinión de la experta, debe cultivarse en el entorno familiar. “Si no respetas a tus padres, a tus hermanos y a ti mismo, nunca aprenderás a respetar el mundo”, explica. La tercera lección aconseja no insistir en mantener relaciones con quienes no valoran a la persona: “Cuanto más ruegues, menos te respetarán. Aléjate y conserva la dignidad con ciertas personas”, recomienda.
La cuarta enseñanza subraya la necesidad de diferenciar entre verdaderos amigos y quienes solo aparentan serlo: “Algunos sonríen en tu cara y otros compiten a tus espaldas. Observa las acciones, no las palabras”, advierte Severino. Finalmente, la psicóloga invita a evitar las comparaciones con los demás, recordando que siempre habrá alguien con más recursos, inteligencia o atractivo: “Compárate solo con quien tú eras ayer”. “Tus hijos te agradecerán algún día que les enseñes estas cinco lecciones”, asegura.
Frases que denotan una mala crianzaEn otro de sus videos, Severino analiza algunas expresiones que pueden causar un profundo daño en la autoestima de los más pequeños. La psicóloga apela a los padres y explica que existen frases típicas y normalizadas a las que no se debe recurrir.
La primera de ellas está relacionada con un castigo por expresar las propias emociones: “Deja de llorar o te voy a dar una razón para llorar de verdad”.La segunda frase que recoge Severino es una de las más extendidas entre los padres: “Porque lo digo yo”. Pese a que puede parecer inofensiva, realmente se trata de una autoridad sin explicación. “Eso no enseña el respeto, pero sí enseña el miedo”, como con la frase anterior.
“Eres demasiado sensible” es otra de las peores declaraciones que pueden hacer los padres a sus hijos, pues en cierta medida ridiculiza nuestros propios sentimientos. “Aquí tenemos invalidación emocional, haciéndote dudar de lo que sientes”, explica la psicóloga.
En línea con lo anterior, otra de las frases que también constituyen un abuso emocional sería la de “siempre tan dramática”, pues esto minimiza nuestro dolor y ridiculiza nuestra respuesta a aquello que nos ha provocado un daño. “Te entrenan para que calles”, aclara Severino. Así, el niño acaba por reprimir lo que siente para evitar exponerse a esa ridiculización.
En último lugar, la psicóloga hace referencia a otra frase que invalida nuestras propias emociones y nuestra propia experiencia: “Hay niños que están peor que tú”. A pesar de que es importante practicar al gratitud y saber relativizar, comparar nuestro dolor con el ajeno resta valor al nuestro propio. “El dolor no necesita compararse para poder existir”, concluye la psicóloga.