Visitó ochenta puertos, recorrió treinta países y cuenta los mitos a bordo de un crucero: “Te sumergís en una realidad paralela”
Luciana Bertelotti vivió nueve años a bordo. De los 21 a los 30, su casa fue un camarote. Su mundo, un barco. Su gente, la tripulación. Su familia, mamá, papá y hermanos mayores, la esperaba e...
Luciana Bertelotti vivió nueve años a bordo. De los 21 a los 30, su casa fue un camarote. Su mundo, un barco. Su gente, la tripulación. Su familia, mamá, papá y hermanos mayores, la esperaba en la ciudad de Buenos Aires cuando el contrato finalizaba. Podían ser dos meses de franco los que tenía por año. Porque después podía pasarse seis u ocho meses -dependiendo del trabajo acordado- trabajando de lunes a lunes. Esa era una de las inquietudes más repetidas de su comunidad. “¿Cómo que trabajás todos los días?”, le preguntaban sin comprender. Para entonces, Luciana ya era “Luli de los cruceros”.
Hubo un momento en esos nueve años en los que dejó de ser fotógrafa para convertirse en una influencer, reconocida incluso por los huéspedes. Su historia dio un giro inesperado: empezó trabajando en cruceros y ahora la invitan para que haga sus contenidos a bordo. El inicio de esa transición fue una búsqueda laboral en Internet, cuando no había una intención declarada por irse a trabajar fuera del país y mientras estudiaba diseño gráfico en la UBA, y concluyó el último 28 de julio luego de resolver una dicotomía existencial: ascender en el circuito de cruceros o dedicarse a la difusión de contenidos. Hizo lo segundo: profundizar el desarrollo de sus redes sociales. Entre Instagram y TikTok, ya alcanza a casi un millón de seguidores.
Ahora vive en Villa Pueyrredón, pero durante nueve años pasaron ochenta puertos, treinta países y cuatro novios. Nunca había pensado en vivir en el exterior, nunca había estado en un crucero. Solo sabía que era buena sacando fotos y tenía facilidades para los idiomas. Surgió una oferta laboral, la pregunta que abrió la aventura -¿por qué no?- y el anuncio: “ma, me voy a trabajar a un crucero”.
—¿Te apoyaron de una?
—Sí. Mi padre lo primero que dijo fue “¿y la carrera?”. Porque yo estaba estudiando. Y yo dije que era un contrato de ocho meses, que después podía volver y seguir estudiando. Pero eso nunca ocurrió.
—¿En el momento en el que vos arrancás sabías que ibas a estar ocho meses embarcada?
—En ese momento, el primer contrato era de ocho de meses, después aproximadamente dos meses de vacaciones en casa, después volver a embarcar a otro barco y después seis meses a bordo, dos en casa.
—¿De qué empezaste a trabajar?
—Fotógrafa. Cubrimos diferentes tipos de eventos a bordo. De por sí, todas las noches montamos backdrops, como fondos, para hacer retratos. Entonces los huéspedes que están de vacaciones se van a encontrar con luces, un fotógrafo y el fondo para hacer retratos. Todos los días con diferentes fondos. También sacamos fotos en el restaurante. Cuando están cenando vamos, los que están sentados júntense y sacamos una foto del momento de la cena. También cuando salen los puertos, cuando están saliendo también los esperamos ahí afuera para sacar ese recuerdo.
—¿Te cambiaba a vos el sueldo si los pasajeros compraban o no?
—Sí, teníamos un sueldo básico y después comisiones. Entonces teníamos objetivos de ventas que cumplir.
—¿Qué esperabas vos cuando te subís a ese primer barco?
—No sé la verdad.
—¿Cuál fue el primer barco?
—Era un barco que salía de Puerto Rico y hacía islas del Caribe. Y después crucé el Atlántico e hicimos Europa también.
—Hay que hacer familia adentro del barco, ¿no?
—Sí, definitivamente. Los compañeros de trabajo o amigos de otras áreas es clave para mí.
—¿Cómo son las condiciones de trabajo?
—Se trabaja todos los días. Eso es lo más importante. Durante seis u ocho meses. Es muy intenso. Hay reglas que tenemos que seguir incluso cuando no estamos trabajando, así que es como que estamos bajo reglas todo el tiempo. También tenemos libertades, obviamente. Pero sí, estamos todos los días dentro de ese sistema y ese contexto.
—¿Hay un horario?
—Sí y suele ser bastante rotativo, no suele ser todos los días igual. Hay un día que quizás arranco a la mañana, otro día quizás al mediodía. Los días de puerto suelen ser mucho más relajados que un día que navegamos todo el día. También según el puesto de trabajo va a ser muy diferente la experiencia.
—¿Pero cuántas horas por día se trabaja?
—Ocho diría así como el estándar. Un día heavy puede ser nueve, nueve y media. Diez con toda la furia en mi puesto. Y días livianos de seis horas quizás.
—¿Cuánta gente trabaja arriba de uno de estos cruceros?
—Puede ser un barco chico como el primero en el que estuve: eran 800. Pero después en los cruceros más grandes hay hasta 2000 tripulantes.
—¿Y cuántos pasajeros?
—2000.
—¿Y en uno grande con 2000 tripulantes?
—6000 o hasta 7000 huéspedes puede llegar a haber.
—Es una ciudad.
—Sí. Una ciudad flotante.
—Pasaste ocho meses sin ver a tu familia. ¿Qué te pasó con eso?
—Es muy loco porque cuando uno embarca es como que te sumergís en una nueva realidad, una nueva escenografía y nuevos personajes alrededor tuyo y es como si fuese en paralelo. Yo hacía videollamadas y me mantenía en contacto con mi familia, pero esos ocho meses mi vida es lo que pasa ahí adentro. Sí se extraña, pero a la vez estoy tan entretenida y ocupada todo el tiempo a bordo que siempre dije que no hay mucho tiempo para extrañar porque estoy haciendo cosas y trabajando, pasándola bien.
—Vos tenés un sueldo que comprende un fijo y comisiones en función a las ventas de las fotos. ¿Gastás plata arriba del barco?
—Sí, pero no mucha. Porque de por sí, donde vivo, el camarote, no tengo que pagarlo. Las comidas tenemos un bufete al cual podemos ir todos los días sin pagar nada. Las cosas que sí se gastan son: si voy al bar y quiero tomar una cerveza al final del día, por ejemplo, lo tengo que pagar. Tenemos un kiosquito por si quiero comprarme unas papitas o un helado, o si me quedé sin shampoo y necesito comprar. Esas cosas las tengo que comprar yo. Papel higiénico no, por ejemplo. El papel higiénico es algo que nos lo dan siempre. Sábanas limpias también lo tenemos siempre, no tenemos que lavarlas nosotros.
—¿Cómo es un camarote?
—Entrás, tenés una mesita, una cama doble, que lo más probable es que cuando vos llegues te toca la de arriba porque la otra persona agarró la de abajo. Una tele. Un placard con una puertita para uno, una puertita para tu compañera. Y un baño. No son muy grandes.
—¿Y son siempre compartidos?
—Sí, pero en los barcos más nuevos y grandes hay cabinas que son individuales y compartís el baño con otra persona que accede del otro lado.
—¿Te enamoraste arriba del barco alguna vez?
—Sí. Varias veces (risas).
—Contame todo.
—Los primeros dos contratos y medio no me enamoré y fue puro hacer amigos y disfrutar la experiencia. Porque después cuando uno se enamora, cambia totalmente todo. El tema es que a bordo te ves con todos los tripulantes todos los días. Entonces si pasó algo un día, al día siguiente ya estás viendo a esta persona otra vez, y el que le sigue, el que le sigue, entonces todos los vínculos avanzan mucho más rápido que en tierra firme. Todo crece exponencialmente y es muy intenso. Y generalmente lo que sucede es que cuando termina el contrato, toca seguir caminos separados y eso fue lo que me pasó la primera vez. Fue muy triste…
—¿Estamos hablando de tu primer contrato?
—Mi tercer contrato. Estábamos haciendo Alaska. El muchacho en cuestión era de Croacia. También otra cultura, uno no sabe qué tiene en su casa. Hay algo que se dice mucho que en los cruceros es como en Las Vegas, lo que pasa en los cruceros queda en los cruceros. Entonces existen relaciones que terminan siendo parejas: van a todos los contratos juntos, vínculos que duran solo un contrato y después cada uno se queda con una imagen diferente de lo que fue esa relación, que fue lo que me pasó a mí ahí.
—Me gusta esta idea de que hay historias que son arriba del barco. ¿Y hay una realidad paralela arriba del barco?
—Sí. Cada uno puede vivirlo de diferente manera, ¿no? Pero también hay muchas personas que a bordo hacen una vida y después en tierra firme hacen otra. Por ejemplo: he tenido un amigo que era homosexual y eso solo podía serlo libremente a bordo porque de donde él era, de Filipinas, era algo inaceptable para su familia. Entonces él a bordo se permitía ser él mismo, el que no podía ser en su casa.
—¿Cuántos novios metiste en estos nueve años Luli?
—Fueron cuatro.
—¿Cuántos puertos o cuántos países conociste?
—Fueron más de 80 puertos y países, alrededor de 30.
—80 puertos, 30 países, cuatro novios.
—Sí. Si lo ponemos en números, sí.
—¿Y hoy?
—Hoy desde, desde 2022, ya van tres años, que estoy enfocada en mi proyecto, en mi creación de contenido.
—Sin noviazgo.
—Sin noviazgo. Porque me pasó que cuando volví de la pandemia, apenas volví a embarcar súper emocionada para hacer mi contenido pero también súper emocionada de volver a embarcar después de dos años y al toque me enganché con un chico y dejé medio de lado los videos. Y después cuando terminó esa relación y me di cuenta cómo había dejado de lado mi proyecto que tanto había construido en pandemia dije “no, no puede ser”.
—En algún momento empezás a generar contenido. ¿Tuviste que pedir permiso en el crucero?
—No pero yo ya era consciente de cuáles eran las políticas y protocolos de qué se puede mostrar y qué no, entonces siempre lo hice muy cuidado desde el primer día sabiendo que alguien lo podía ver de mi compañía.
—¿Cuándo fue la primera vez que alguien de tu compañía lo vio? ¿Cuál fue el video por el que alguna vez te dijeron “che, estás haciendo esto”?
—En general sucede que quienes están a bordo no ven en YouTube videos de cruceros. Una vez me pasó que el encargado de la seguridad a bordo me dijo “yo vi tus videos”. Yo hice un video justamente hablando de la seguridad a bordo. Me dijo “muy bueno, siga así”. Era latino él también, entonces eso lo hace más cálido y fue lindo. Pero en general no suelen saber.
—¿Y por qué tuviste ganas de empezar a hacerlo?
—En pandemia. Estaba aburridísima obviamente y estaba toda esta movida de los nómadas digitales, todo el mundo reinventándose con la pandemia, ¿qué hacer ahora que uno no puede estar físicamente en los lugares? Había visto en un lado que decía “si querés trabajar de algo, lo mejor es compartir un conocimiento de lo que vos sepas”. Y yo dije “yo no sé nada pero sí tengo esto de lo que puedo hablar”: de hecho siempre que lo menciono a alguien nuevo llama la atención y da curiosidad. Entonces se me ocurrió abrir el canal para los curiosos, como también para los que se quieran postular, para que sepan en qué se están metiendo. Y también como entretenimiento y educativo a la vez. Y a mí me encanta hablar y me entretuvo también durante la pandemia.
—¿Y qué esperabas que pasara? ¿Qué soñaste que podía pasar con el canal?
—Yo en mi cabeza lo que pensaba era: primero hago videos desde casa hablando, contando esto, después embarco y empiezo a mostrarlo desde adentro. Después me pasó que cuando embarqué, me di cuenta de que era bastante difícil en mi tiempo libre hacer esto porque uno está cansado, te querés distender.
—No es solo grabar. Es pensar qué, es grabar, es editar, es subir. No hay internet.
—Claro, en los puertos agarrar buen wi-fi para poder subirlo. Pero sí, desde el primer momento empecé a estudiar las redes sociales y ver cómo hacer videos y cómo hacer las miniaturas. Estudiar todo eso para que crezca lo más posible. Desde el primer momento yo soñaba esa plaqueta de los 100.000 suscriptores de YouTube (risas).
—¿Cuándo llegó?
—Llegó a fines del año pasado. Tardó en llegar. Porque no fui constante porque fueron varios años trabajando.
—¿Cuáles son las cinco preguntas que más te hacen?
—Si se trabaja todos los días es algo que todo el mundo siempre está en shock, que no entiende. Pero lo que yo digo es que es un estilo de vida en el cual todo el mundo está trabajando todos los días y te acostumbrás, te adaptás. Porque acá en tierra firme como quizás es imposible imaginarse trabajar todos los días, pero ahí dentro de un mismo día es que trabajás, pero también podés salir e ir a la playa. Después volvés y trabajas, y después a la noche quizás hay una fiesta.
—¿Te preguntan por los sueldos?
—Sí, me preguntan un montón y es algo que yo nunca respondo directamente porque ni siquiera yo gano lo mismo siempre porque depende de las comisiones. Depende del barco también si las comisiones van a ser mayores o menores. Hay muchas personas que les gustaría trabajar en cruceros, y cuando uno trabaja en cruceros puede ser fotógrafo como era yo o puede ser mesero o músico, y son todos sueldos muy diferentes.
—¿Vos sabés en qué día de la semana estás?
—(Risas) No. A bordo nunca sabemos el día de la semana. Lo que sabemos es qué día del viaje es. Cuando es el día de embarque que suben los huéspedes es siempre día 1. Entonces sabemos si es día 1, día 2, día 3. Lo más normal es que los viajes sean de siete días. Hay veces que es de ocho. Hay veces que es de cuatro. Hay veces que es de catorce. Y nos manejamos por qué día del crucero es.
—¿Cuál fue el choque cultural que más te impactó? Hay lugares completamente distintos, culturas completamente distintas.
—Con los compañeros que he conocido está el intercambio cultural y el choque cultural en paralelo, ¿no? El intercambio obviamente es hermoso cuando aprendés de la cultura y sabés de dónde viene cada uno. Y después está el choque cultural que quizás en ciertas conversaciones se puede poner más complejo y te das cuenta de que esta persona con quien yo comparto todos los días y me cae tan bien, piensa algo tan diferente a mí.
—¿Por ejemplo?
—Y… culturas quizás que son más machistas. Una vez me acuerdo de que estábamos en el bar en una mesa y un amigo que era, creo que era de Honduras o de Costa Rica, dijo “hoy quiero traer un tema a la mesa: quiero que hablemos del aborto”. Éramos todos latinos pero dentro de los latinos había muchos que eran pro y muchos que eran contra. Y yo dije “chicos, yo no quiero discutir de esto con ustedes”. Está bien el debate, pero al final de cuentas a bordo para tener vínculos, para trabajar juntos, para seguir siendo amigos de quienes vienen de otros lugares con valores y culturas tan diferentes, toca quizás dejar de lado ciertos temas y enfocarse en donde sí conectamos. Y me di cuenta de que me hice amiga y fui muy cercana de personas con quienes pensamos muy diferentes en cosas quizás muy importantes…
—¿Viviste situaciones machistas arriba de los barcos?
—Sí, suele suceder a veces. No me acuerdo de nada en particular en este momento, pero es algo que se ve y para lo que hay que estar lista como mujer.
—¿Tuviste peleas adentro de algún barco?
—Sí, en casi todos en algún momento tuve algún choque con alguien. Pero también con los años fui aprendiendo a lidiar con personas diferentes o con momentos complicados. En mi primer contrato me pasó que había un fotógrafo con el que no me estaba llevando bien. Yo no sentía que estaba haciendo nada mal pero siempre íbamos al choque. Y hubo una vez que discutimos muy fuerte, me puse a llorar y le dije a mi supervisor “yo no vine acá para que me traten así”. Y después terminó resultando que este chico renunció muy poco después porque ya estaba infeliz, cansado, estresado. Entonces siempre hay que tener en cuenta que no sabemos qué le puede estar pasando a la persona en lo personal. Le das el beneficio de la duda de qué le puede estar pasando y no engancharse así en discusiones fuertes.
—Ahí hay un punto interesante. No es una vida para cualquiera.
—No, para nada.
—¿Para quiénes sí?
—Para alguien que se pueda adaptar a muchos tipos de circunstancias diferentes, porque la experiencia va a variar mucho según muchos factores que van a ser siempre diferentes según la persona. Yo puedo compartir con vos mi experiencia, nunca va a ser igual a la de nadie más porque depende del barco en el que estoy, del jefe que tengo, de los compañeros que me tocan, de los puertos que puedo visitar, de los amigos que me hago. Y lo último y más importante de cómo yo afronto todo lo que tengo enfrente. Porque hay que poner mucha fuerza de voluntad para sobrellevar todo esto y ponerle onda para disfrutarlo.
—¿Te tocó un Mundial arriba del barco?
—Sí, el de 2018 que no llegamos muy lejos. Y después 2022 todo el Mundial estuve a bordo, excepto la final. La final estuve acá en Argentina por suerte.
—¿Y cómo se comparte un Mundial arriba de un barco?
—Todos los argentinos, que éramos quizás como mucho diez, nos juntábamos a verlo, pero después pasó, por ejemplo, que una vez había unos compañeros de Inglaterra, eran nuestros amigos, que se les dio por cargarnos, por molestar durante el partido. Les explicamos que esto era muy importante para nosotros. Yo se los tuve que explicar, porque mis compañeros hombres estaban simplemente estresados porque nos estaba yendo mal en ese partido. Les tuve que decir “chicos, esto es muy importante, por favor cállense o váyanse”.
—Ustedes se encontraron un barco de refugiados. ¿Qué pasó ahí?
—Eso fue en el primer contrato que estábamos navegando, íbamos de Grecia hacia Turquía. Y eran como las tres de la mañana, estábamos despiertos junto con mis compañeros y para cualquier tipo de emergencia siempre tenemos palabras claves. Y suena el código clave de que hay una persona flotando en el mar o algo en el mar que hay que ir a atender. Nos asomamos y vemos un velero que estaba a la deriva, lleno de gente. Y fue muy fuerte. Estaban gritando y fue feo de ver. Justo estábamos cerca de la sala de conferencias y un oficial viene y me dice “vení, vamos a preparar este espacio”. Y sacamos todo para traer a esa gente acá.
—¿Cuánta gente?
—80 personas.
—¿Refugiados de dónde?
—La verdad que no sé. Nunca llegamos a tener la información oficial.
—¿Dónde estaban ustedes?
—Íbamos de Grecia a Turquía. Lo que sucedió fue que bajaron la lancha de rescate y se acercaron al velero y nosotros a bordo nos preparamos ya para recibirlos, pero al final estas personas no quisieron subir a nuestro crucero. Vino la guardia costera de Grecia quienes los rescataron y se los llevaron para Grecia.
—¿Sabés por qué no quisieron subir?
—Nosotros íbamos a Turquía, quizás porque no querían ir a Turquía. La verdad es que no sé.
—¿A veces les toca puertos que pueden estar con algún conflicto civil o estar viviendo alguna crisis política?
—Sí. Muchas veces ha ocurrido que se cambian las rutas cuando pasan cosas así. Quizás evitamos algún puerto. Una vez pasó que hubo un atentado en el aeropuerto de Estambul, en 2016, y yo tenía parada en Kuşadası, que era otro puerto de Turquía. Yo me enteré porque mi papá me dijo “¿vos estás yendo a Turquía? Porque acaba de haber un atentado”. Él estaba preocupado. A bordo si no prendo la televisión, no me entero de las cosas.
—Claro, es una realidad paralela.
—Claro. Y terminamos yendo igual a Kuşadası porque era lejos, pero sí pasan esas cosas. O incluso hay veces que tenemos que cambiar la ruta por cosas meteorológicas. Hay temporada de huracanes a veces. Este año hubo un ciclón que hizo que no podamos volver a nuestro puerto de embarque y tuvimos que desviarnos e ir a otro puerto y después volver.
—¿Qué pasa cuando alguien muere arriba de un barco?
—Se dice mucho que hay como una morgue a bordo. Que sí la hay, pero creo que no lo que la gente se imagina. Ha pasado de gente que fallece a bordo porque vienen huéspedes muy grandes y con condiciones médicas incluso. No necesariamente tiene que pasar un accidente trágico, sino que hay gente a la que simplemente le llega su momento. Y el equipo médico tiene un lugar donde mantener el cuerpo hasta que lleguemos al puerto.
—En algún momento me contaron historias de gente que vive arriba de barcos. En lugar de pagar una casa de retiro, pasa su vida un grupo de amigos arriba de un barco. ¿Conociste algo de eso o es un mito?
—Existe. Una vez tuve unos huéspedes, una pareja, que estuvieron tres meses a bordo. Estábamos haciendo un recorrido muy bueno de Asia que iba cambiando mucho la ruta y ellos estaban en un punto de su vida en el cual podían pagar eso y estar ahí. Pero sí se dice que es más económico estar en un crucero que en un hogar de retiro, que te cuiden y todo eso. Porque a bordo tenés la comida servida, tripulación que te cuida. Si te pasa cualquier cosa está la enfermería. Está bastante cuidado el huésped.
—¿Qué otros mitos hay?
—A ver.
—¿Qué hacen con un delincuente arriba de un barco?
—Hay mucha seguridad a bordo. Yo por suerte siempre me sentí muy a salvo a bordo. Hay cámaras por todos lados, entonces ante cualquier cosa siempre hay seguridad caminando y siempre están las cámaras. Si hay peleas entre los huéspedes, que pasa a veces, interviene seguridad automáticamente y hay también como una especie de cárcel, que no es una cárcel como uno se imagina sino es un camarote que está diseñado para alguien que tiene que estar aislado por algo que sucedió.
—¿Qué es lo más loco que te pasó desde que empezaste a hacer los videos, te metiste en este mundo y te volviste “Luli de los cruceros”?
—Que venga gente a saludarme me pareció siempre una locura. Y eso también que se me mezcle con el trabajo porque yo siento como que son dos personalidades diferentes: cuando yo estaba de supervisora, me porto de cierta manera que no es lo mismo que Luli de los cruceros. Entonces me sentía como Hannah Montana, como que tenía dos personalidades. Y ahora me invitaron hace poco al nuevo crucero, solo como invitada para crear contenido. Y eso también fue lo más.
—Quiero saber los cinco lugares que más te gustó o te emocionó conocer.
—Bueno, Grecia obviamente. Taiwán me pareció hermoso, una locura. Tienen como caricaturas por todos lados. Es como una cultura tan diferente. Todo es colorido. Todo es tierno. Toda la cultura es una locura. Hawái. Yo siempre fui muy fan de la película Lilo y Stich y yo me sentía adentro de la película. Te decían “aloha” en todos lados. Fui a un luau, que es la experiencia que bailan con el fuego y todo. Hermoso. ¿Cuántos voy? Tres. Alaska. Uno no imagina Alaska en un crucero porque uno piensa Caribe. Alaska es frío. Vamos a un glaciar y ves ballenas al lado del crucero y es hermoso. Navegar entre montañas me encantó. Bora Bora estuve una vez y fue hermoso también.
—¿Qué querés que pase ahora?
—Me siento muy afortunada porque puedo soñar un millón de cosas y tengo un montón de ideas que me gustaría hacer. Por un lado, me gustaría seguir hablando del estilo de vida y asesorar y ayudar a quienes quieran meterse en esto para que sepan. Muchos piensan que es el trabajo soñado, “vivís, trabajás y ganás en dólares”, pero puede ser muy pesado, es muy intenso y hay que estar preparado para ir y adaptarse a lo que toque. Entonces quiero seguir ayudando por ese lado a aspirantes de tripulantes, pero en paralelo también quiero vivir la de huésped, crear contenido y experimentar los cruceros de otra manera.
—¿Y vienen saliendo cosas?
—Sí.
—¿Algo que se pueda contar o por ahora no?
—Me han hecho propuestas de sumarme a cruceros grupales que son movidas que están muy buenas. Entonces yo daría más visibilidad a lo que son estas experiencias. Y podría vivir una experiencia así entonces me encanta. Y después en cuanto a lo que es para tripulantes ahí voy más como emprendedora que quiero hacer mis guías. Pienso que me gustaría dar charlas o clases como de fotografía en cruceros particularmente. Que me encanta a mí hacer eso y hablar de eso. Y si puedo ayudar a personas hablando de esto me parece genial.