Durante sus casi doce años de papado, Jorge Bergoglio realizó más de cuarenta y cinco viajes apostólicos fuera de Italia y estuvo en sesenta y seis países. De acuerdo a sitios especializados el Papa recorrió más de 32.800 kilómetros en avión. Pero ninguno lo condujo hacia Argentina, su país natal. 

Pero Francisco no fue el único. Fueron varios los pontífices que nunca regresaron a su tierra natal después de asumir el papado. Ya sea por la falta de costumbre de viajar en siglos anteriores o por los conflictos bélicos, la decisión trascendental del Papa argentino guarda relación con las condiciones políticas. También era sabido que era el propio líder de la Iglesia católica el que armaba su agenda exterior.

“¿Si iré a la Argentina? Es una cosa aún no decidida. Yo querría ir ¿no? Es mi pueblo. Querría ir, pero aún no está decidido. Hay diversas cosas para resolver antes”, respondió la última vez que le preguntaron periodistas arriba de un avión cuando regresaba de su gira por Asia y Oceanía.

Invitaciones no faltaron, pero sí el cumplimiento de una condición verdaderamente imposible en un país cruzado por gruesas grietas.

Francisco siempre pidió que la dirigencia política, social, económica, sindical y eclesiástica argentina se alinearan en unidad para no favorecer a ningún modelo ni ser usado políticamente. De hecho creía que los años electorales no eran buenos para volver al terruño y, en ese sentido, Argentina tiene un ejercicio cada dos años como mínimo.

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