
“Mucha gente quiere ‘vivir bien’ pero no sabe desde qué modelo hacerlo y se confunde”
Carlos Bauer es filósofo, historiador y docente en la Universidad Federal de Integración Latinoamericana (UNILA), con sede en Foz de Iguazú, Brasil. Estuvo en Misiones donde par...
Carlos Bauer es filósofo, historiador y docente en la Universidad Federal de Integración Latinoamericana (UNILA), con sede en Foz de Iguazú, Brasil. Estuvo en Misiones donde participó en la presentación de un libro y realizó otras actividades. En esta entrevista con PRIMERA EDICIÓN analiza la situación de los pequeños productores en América Latina, la vigencia de los modelos de derecha que vuelven cada tanto al poder con el voto de las clases trabajadoras y oprimidas, el presente del peronismo argentino y pasado funcional al neoliberalismo; además del futuro político de la región.
“Mucha gente quiere ‘vivir bien’, pero no sabe desde qué modelo es posible hacerlo. Así, se confunde al bueno por malo y al malo por bueno. Es un síndrome de Estocolmo político. El oprimido se vincula con su opresor de forma dañina”, explicó el intelectual.
¿Por qué persisten en América Latina los problemas de fondo para los pequeños productores, como ocurre hoy con los yerbateros en Misiones?
Es un tema absolutamente estructural y profundo. La historia de América Latina está marcada por un modelo de producción extractivista, primero colonial, después oligárquico y -finalmente- neoliberal. En cada etapa, el pequeño productor fue marginado, expulsado o subordinado.
Es un tema clave. Muchas veces nos cuesta mirar más allá de nuestras fronteras. Nos hace falta aprender de experiencias exitosas de otros países latinoamericanos. En Brasil, por ejemplo, el Movimiento Sin Tierra ha sido apoyado por el gobierno de Lula, por el marxismo y cristianismo de liberación. Han logrado avances importantes en la reforma agraria, en la producción orgánica, y desde la pandemia, fueron responsables de un altísimo porcentaje de los alimentos que consume Brasil. Esto fue posible con políticas concretas: reducción de aranceles, apoyo estatal y un reconocimiento real a la labor campesina.
En cambio, en Misiones, el kilo de yerba mate se le paga a un tarefero a 40 o 50 pesos, mientras que en góndola puede valer hasta 5.000. Además, ese mismo trabajador ha sido despojado de su condición de tal. El tarefero dejó de ser sujeto de trabajo para convertirse en un instrumento más del modelo de producción capitalista. Eso es indigno y absolutamente injusto.
A lo largo de la historia, muchos países de la región fueron gobernados por la derecha. ¿Qué dejaron esos gobiernos a los pueblos?
Como historiador, puedo decir que han dejado una constante: los ricos son cada vez menos y más ricos, y los pobres, más y más pobres. La ideología neoliberal es reduccionista y dualista. La extrema derecha, que es lo que estamos viendo hoy en muchos países, profundiza este modelo de acumulación. La ideología neoliberal se presenta como moderna, inevitable, eficiente. Pero en realidad es una lógica de despojo. La derecha no gobierna para las mayorías, sino para los grupos concentrados.
En contraposición, Lula demostró que se puede hacer lo contrario. Sacó de la pobreza a una Argentina entera, en términos poblacionales. Reactivó la economía productiva y logró que el real tenga sustento en la producción, no en especulación financiera. Eso son hechos, no palabras.
¿Por qué el pobre vota a la derecha? Hay muchas aspiraciones simbólicas y materiales, que los medios y las políticas neoliberales manipulan muy bien. Se confunde al bueno por malo y al malo por bueno”.
Si los modelos de derecha fracasan, ¿por qué se reciclan y vuelven al poder?
Eso tiene que ver con un proceso de alienación. Mucha gente vota contra sus propios intereses porque está confundida, manipulada, desinformada. Si al pueblo no se le dan herramientas reales de reflexión, si sólo se le habla con slogans y palabras agresivas, termina votando en contra de sus propios intereses. En Brasil se publicó recientemente un libro titulado “¿Por qué el pobre vota a la derecha?”. Hay muchas aspiraciones simbólicas y materiales, que los medios y las políticas neoliberales manipulan muy bien. El problema es que mucha gente quiere “vivir bien”, pero no sabe desde qué modelo es posible hacerlo. Así, se confunde al bueno por malo y al malo por bueno. Es un síndrome de Estocolmo político. El oprimido se vincula con su opresor de forma dañina. Se sale con educación política, con participación, con organización popular. Pero también con un Estado que no tenga miedo de intervenir, de regular, de proteger a los más débiles. Salir de eso requiere una política sanadora, una terapia, que hoy no veo.
¿Se puede aplicar este análisis al peronismo y a los sectores populares argentinos?
Por supuesto. Yo tengo diálogo con muchos compañeros peronistas, incluso en espacios gremiales. Y lo digo con ánimo constructivo: el peronismo necesita hacerse una autocrítica profunda. Ha sido funcional al neoliberalismo en muchas etapas. Algunos peronistas reconocen que el movimiento murió con el menemismo. El kirchnerismo intentó una redistribución, pero también reprodujo errores históricos. No se puede odiar solo a Cristina y no al actual presidente, cuando ambos forman parte del mismo hilo conductor neoliberal.
“El peronismo necesita hacerse una autocrítica profunda. Ha sido funcional al neoliberalismo en muchas etapas. Algunos peronistas reconocen que el movimiento murió con el menemismo”.
El momento en el que se encuentra el peronismo es un momento casi de extinción, que la derecha y la extrema derecha siempre han querido lograr. Uno de los primeros batacazos fue la última dictadura militar, aunque varias dictaduras atacaron el peronismo previamente. El otro batacazo fue desde dentro del peronismo, que es un mecanismo neocolonial excelente, es decir, cuando se logra que el propio sujeto se ataque a sí mismo desde dentro, ya hay un logro inmenso. Eso se logró con el menemismo, después con Macri, y ahora casi es un tiro ya definitivo con este actual gobierno. Yo no veo que los compañeros peronistas estén en un análisis serio, filosófico, histórico, de su propio currículum de vida. Esto uno lo dice esto con ánimo constructivo.
El peronismo también se encerró en su lógica de confrontación contra todos los otros partidos sin construir consensos, ya sea en los tiempos, del primer radicalismo, como con otros espacios más actuales, incluso con sectores de izquierda, viene haciendo un juego de oposición muy negativa, no de diálogo, eso lo ha ido encerrando en sí mismo. Si no realiza una revisión seria de su historia y de sus prácticas, corre el riesgo de desaparecer.
¿Ves posibilidades de un conflicto armado en la región, como algunos analistas advierten?
Bueno, eso lo estamos viviendo con preocupación, es un momento de mucho riesgo, la derecha siempre acusa a la izquierda de ser violenta, cosa que es muy mentirosa, una cosa es luchar contra un sistema que nos violenta todos los días y otra cosa es ser de inicio agresivos y violentos.
Estamos viviendo un momento de agresión capitalista al mundo entero, con las amenazas de Trump en la toma del canal de Panamá, casi que nos retrotraen la historia a 1915, también atacando la amenaza china, maldiciendo a los chinos. Un momento muy riesgoso, en vez de reconocer la emergencia que el pueblo chino ha tenido para sí mismo y con lo que está contribuyendo y colaborando en el mundo, se trata de una avanzada para cercar a China, no desde un diálogo, sino desde la imposición.
En contraste, el planteo chino y de los BRICS es distinto: promueven relaciones comerciales más justas, multiculturales, en pie de igualdad. No se excluye a nadie, ni siquiera a Estados Unidos. Se propone una transformación pacífica del orden mundial y eso es trabajar para la paz.
Trabajar para la guerra es tomar, invadir, poner aranceles a todo el mundo y los proyectos nacionales que apoyen eso, como el caso de la política argentina, es trabajar para la violencia y es trabajar para la guerra. Ellos apuestan a la lógica invertida, como lo hicieron siempre: hacer pasar a los buenos por malos y a los malos por buenos. El que protesta ante ese sistema injusto es el violento, la izquierda que protesta ante ese sistema injusto es la violenta. Eso es una estafa, son todas unas mentiras.
¿Cuál es el futuro de América Latina? ¿Hacia adónde va?
Latinoamérica es un continente donde reside una profunda esperanza política, como reconocen tanto propios como extraños. Su complejidad política es única y ha dado lugar a experiencias destacadas, aunque constantemente es blanco de ataques colonialistas, neoliberales y capitalistas. América Latina siempre ha resistido desde la ética: nunca ha buscado colonizar o invadir, y eso la distingue.
Hoy, los países emergentes de la región atraviesan un momento muy positivo en términos históricos, con avances que antes parecían utopías. México, por ejemplo, desde 2018 ha vivido una transformación impulsada por el marxismo y el cristianismo de liberación, posicionándose entre las principales economías del mundo. Ahora, con su primera presidente mujer, el segundo piso de la “cuarta transformación” proyecta a México como la mayor economía hispana, superando incluso a España.
En el sur, Brasil resurge con Lula, cuyo proyecto también mezcla marxismo y cristianismo popular. Su regreso devuelve a Brasil un protagonismo que había perdido con el libertarismo de Bolsonaro. Lo mismo ocurre en Colombia, donde el gobierno progresista de Petro impulsa universidades y derechos humanos, algo impensable bajo el dominio neoliberal. Bolivia atraviesa una tensión política que podría derivar en un proceso revolucionario o en un giro conservador, mientras Ecuador también redefine su rumbo entre progresismo y conservadurismo, con la posible vuelta de la Revolución Ciudadana.
Todos estos procesos analizados deben ser comprendidos no solo desde una lógica de triunfos, sino con atención crítica, aprendiendo de ellos para crecer social, política y éticamente.
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