Las dos mujeres que aparecen en el interior de ‘Lux’: la santa Rabia al Adawiyya y la filósofa Simone Weil
Como si fuese una divinidad, Rosalía ...
Como si fuese una divinidad, Rosalía apareció este lunes por la noche envuelta en una masa de discípulos en plena calle Gran Vía madrileña. Mientras se grababa para un directo en Instagram conduciendo lo que parecía ser un Nissan Skyline GT-R (R34) blanco hasta llegar a su destino, Callao, la artista catalana parecía no temerle ni a nada ni a nadie. Pese a estar en plena carretera los fans se acercaban al coche a pedirle fotos y vídeos. Al salir, muy cerca del Hotel Vincci Capitol, Rosalía y su equipo abandonaron el vehículo, y corriendo, con cientos de fans siguiéndola, terminó encerrada en el hotel. Ahí se hizo la luz, nunca mejor dicho. A las 22 horas Callo y Gran Vía se apagaron para dar paso al anuncio tan esperado (y también filtrado): Lux, su cuarto álbum de estudio, saldrá a la venta el próximo 7 de noviembre.
En la portada, ella vestida de blanco, con una camisa de fuerza... y con un hábito de monja. Pero a nadie le sorprendió: lleva meses dando pistas sobre lo que será esta nueva era, donde no han faltado los iconos religiosos. En Lux se encarna la “mística femenina, la transformación y la espiritualidad”, algo que también se refleja en la contraportada del LP, donde se muestra desnuda y con el cuerpo en cruz, como Jesucristo el día que fue crucificado. En el interior del disco también aparecen dos mujeres que no pertenecen al mundo del pop, pero sí al de la búsqueda de su yo interior. Son la mística musulmana Rabia al Adawiyya y la filósofa francesa Simone Weil. Dos figuras que, siglos aparte, exploraron la relación entre el amor, la fe y el conocimiento, y que hoy iluminan el imaginario de la artista catalana. Así, aparece escrita tanto la cita de “Ninguna mujer pretendió ser Dios”, de Al Adawiyya como “El amor no es consuelo, es luz”, de Weil,
Dos ‘motomamis’ de otras épocasRabia al Adawiyya vivió en el siglo VIII en Basora, en la actual Irak, y es considerada una de las figuras fundacionales del sufismo, la corriente interior del islam que defiende una relación directa con Dios. Fue una precursora del amor divino, entendido como una entrega total, sin esperar recompensas ni temer castigos. “Un amor que no se confunde con sensiblería ni es proyección de perturbaciones mentales o trastornos afectivos, sino amor sabio, recio, vigoroso, incondicional”, recuerdan desde Fundación de Cultura Islámica (FUNCI).
Respecto a la frase grafiada en el disco, la fundación explica que solía expresarse con una libertad poco habitual para su tiempo, y que esa independencia de pensamiento a menudo se acompañaba de ironía. En una de las anécdotas recogidas por los cronistas, la mística respondió a una observación misógina señalando que, a diferencia de los hombres, “ninguna mujer había pretendido jamás ser Dios” ni se había dedicado a corromper a otras mujeres.
A su lado, Simone Weil (1909-1943) encarna otro tipo de espiritualidad. Fue profesora de Filosofía, trabajadora en fábricas para comprender la condición obrera, sindicalista y también combatiente en la Guerra Civil española en el frente de Aragón. Criticó el nazismo y el totalitarismo cuando pocos se atrevían, y denunció cualquier sistema —religioso o político— que sometiera al individuo al grupo.
Nacida en una familia agnóstica de origen judío, se acercó al cristianismo tras vivir una intensa experiencia mística, pero nunca quiso bautizarse ni unirse oficialmente a la Iglesia. En sus escritos, Weil plantea que solo el vacío interior, o la renuncia al propio ego, permite la experiencia de Dios.
Como explica Carmen Herrando en su estudio Sobre la vivencia interior de Simone Weil, la pensadora concibe la verdad como “resplandor de la realidad”, y la desgracia (malheur) como su rostro más desnudo: solo quien ha sufrido sin consuelo puede tocar la verdad. De ahí su idea radical de que “hay que amar la verdad más que la vida”. Weil entendía que Dios mismo se retira para dejar espacio al mundo, y que el ser humano, por imitación, debe “descrearse”, vaciarse de sí para acoger el bien. A esa renuncia la llamó “acción que no actúa”, una forma de obediencia que no impone, sino que deja obrar a lo divino.
“Afirmar a Dios, en la destrucción de Troya y de Cartago, sin consuelos. El amor no es consuelo, es luz”, escribió en La gravedad y la gracia, una recopilación póstuma de sus pensamientos. Frase que ahora Rosalía invoca para presentar su nuevo álbum, como una lux (luz, en latín), que la guía.