En España también hubo un robo como el del Louvre: el día que desaparecieron 18 piezas del Tesoro del Delfín del Museo del Prado y el ‘Sherlock Holmes’ español resolvió el caso
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Este domingo el Museo del Louvre sufrió un robo de película en el que unos atracadores consiguieron llevarse ocho piezas de joyería de la realeza francesa, datadas del siglo XIX y de las familias imperiales de Napoleón y su sobrino Napoleón III.
El atraco fue rápido y limpio, en tan solo siete minutos habían entrado y salido con el botín. Utilizaron un camión equipado con una escalera extensible, que aparcaron en la calle y así accedieron al segundo piso. Con una cortadora de disco consiguieron entrar por una ventana. Ya dentro de la galería se dirigieron directamente a las dos vitrinas donde se encontraban las joyas que buscaban.
La noticia ha dado la vuelta al mundo y ha demostrado que la seguridad de los museos no siempre es tan eficaz como se piensa y que siempre hay alguna forma de burlarla. Y es que en España, aunque no es habitual, también se han dado robos famosos en uno de los museos más famosos de la capital: El Prado.
El “Sherlock Holmes español”El 20 de septiembre de 1918 el subdirector del museo, José Garnelo, se presentó en la comisaría para denunciar que una de las vitrinas que albergaba el célebre Tesoro del Delfín, un conjunto de orfebrería valiosa que perteneciera al Gran Delfín de Francia y que había pasado a España con los Borbones, se encontraba abierta sin explicación aparente.
Este conjunto de alta joyería y artes decorativas se encontraba en una zona noble del museo, dentro de vitrina, y en un primer inventario se constató la desaparición de 18 piezas, además de un número aún mayor de objetos que habían sido fragmentados o mutilados para extraer gemas o metales.
Todo apuntaba a que no se trataba de un robo en masa planificado desde el exterior, sino que tendría que haber sido un saqueo furtivo y prolongado en el tiempo por alguien que conocía el museo, sus horarios, sus guardias y que disponía del tiempo para operar sin levantar ninguna alarma.
Y es que unos meses antes, un vigilante había advertido que faltaban piezas, pero esta alerta fue ignorada, lo que dio más tiempo de actuación a los autores del robo. La investigación cayó en manos del comisario Ramón Fernández Luna, apodado “el Sherlock Holmes español” por ser uno de los pioneros de la ciencia forense en España.
Así comenzó una operación en la que se interrogó a numerosos sospechosos vinculados al museo y al mundo de la orfebrería madrileña. Gracias a la inspección de la escena, el levantamiento de huellas dactilares y el fotografiado del lugar se consiguió reconstruir el modus operandi del autor.
Utilizaban una escalera de mano con la que accedían por patios o zonas auxiliares al edificio y desde allí abrían una ventana que daba al ático donde se encontraba la colección, siempre actuando de noche o al atardecer.
Rafael Coba, detenido y a juicioLa investigación condujo a la detención, el 12 de octubre de 1918, del empleado del museo Rafael Coba, que había sido funcionario del Centro desde principios de 1917 hasta abril de 1918, y que con la ayuda de tres celadores del Museo —Darío Fernández, Félix Velloso y Alejandro Varela— y con la complicidad de un platero, Isidro Agruña, habría participado en la sustracción y venta de las piezas. Durante el proceso, Coba confesó parcialmente los hechos, aunque no se le declaró responsable directo en todos los casos.
El juicio se celebró en noviembre de 1920 y la sentencia supo a poco para la opinión pública. Coba, como principal autor, fue condenado a seis meses de prisión, que no tuvo que cumplir porque ya llevaba dos años en prisión provisional y el resto de implicados fueron absueltos.
De las obras, 11 no volvieron a encontrarse y otras 35 sufrieron deterioro grave, muchas de las cuales habían sido despojadas de sus adornos de oro o piedras preciosas. Sin embargo, este suceso sí que tuvo otras consecuencias y fue la dimisión del entonces director, José Villegas Cordero, y que se trasladarán las piezas a una zona más segura. Actualmente, la colección se exhibe en una vitrina de 40 metros en la segunda planta norte del edificio Villanueva del Prado.
El intento de robo de 1961A partir de este suceso, se revisaron las medidas de seguridad, evitando nuevos atracos en las siguientes décadas. Quitando los expolios sufridos por el museo durante la Guerra Civil por el bando nacional, solo se ha vivido otro robo, pero que no se consiguió consumar.
Ocurrió en 1961 cuando un hombre intentó acceder al edificio desde el tejado durante unas obras de remodelación. Sin embargo, su plan se frustró cuando perdió el equilibrio y cayó al vacío, resultando gravemente herido.
Cuando fue atendido, encontraron en su bolsillo una nota detallando las condiciones que exigiría a cambio de la devolución de la obra sustraída y los pasos que tenía que llevar a cabo para llegar a las obras que quería robar.