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El fútbol está de luto: Murió Hugo Orlando Gatti

A los 80 años, se fue Hugo Orlando Gatti, quien se consideró un discípulo y un heredero del gran Amadeo Carrizo y forjó un estilo que quedó marcado para siempre. El fallecimie...

A los 80 años, se fue Hugo Orlando Gatti, quien se consideró un discípulo y un heredero del gran Amadeo Carrizo y forjó un estilo que quedó marcado para siempre. El fallecimiento del “Loco” se produjo cerca de las 17.30.

Llevaba dos meses internado en el Hospital Pirovano por un cuadro de neumonía. Su familia decidió quitarle el respirador este domingo porque su estado de salud era ya irreversible, según informaron. El exarquero de Boca pasó sus últimos momentos en compañía de sus hijos Federico y Lucas, supo este medio.

Repartía sus días entre Argentina y España, el país en el que eligió radicarse hace ya varios años. No le gustaba el frío, por lo que este verano llegó a nuestro país, donde sufrió, hace casi dos meses, una caída que le provocó una fractura de cadera. Fue internado en el hospital, y luego de la cirugía su estado se complicó al contraer un virus hospitalario que derivó en una neumonía y una insuficiencia renal. El viernes 28 de marzo se le practicó una traqueotomía.

CON SU QUERIDO BOCA. En una gira por Japón junto a Diego Armando Maradona; Oscar Ruggeri; Ricardo Gareca y Mouzo, entre otros grandes de la época.

Por aspecto e indumentaria tuvo una impronta juvenil, desfachatada e intrépida que no lo abandonó hasta sus últimos días. La melena, la misma que en su época de arquero se sujetaba con una vincha, adquirió un color cenizo ya entrado en la adultez.

Las arrugas boicoteaban su modo juvenil de vestirse. Fue alguien que le quitó solemnidad y almidón al puesto de arquero. Ese aire picaresco y desprejuiciado no le impidió ejercer el oficio con la seriedad profesional de alguien que tiene el récord de partidos disputados en primera división, con 765, a lo largo de 25 años (1962/88), entre Atlanta, River, Gimnasia y Esgrima La Plata, Unión y Boca. También posee la plusmarca de penales atajados entre los arqueros argentinos, con 26, ninguno más trascendente que el que le desvió a Vanderlei (Cruzeiro) y le dio a Boca su primera Copa Libertadores, en 1977.

Con una carrera íntegra en la Argentina como pasajero de una época en la que el negocio del fútbol no había derivado en el unicornio de las ventas al exterior.

CON LA COPA LIBERTADORES EN MANO. En los vestuarios del mítico Centenario de Uruguay, con la primera Copa lograda por Boca y al lado el gran Juan Carlos Lorenzo (DT).

Y entre los pocos que emigraban, apenas si había arqueros. Cuando le preguntaban por la receta de su vigencia, respondía: “Yo hice algo: atajé, me cuidé y sigo amando al fútbol como el primer día, pero el que decidió lo fundamental fue Dios. Sin la ayuda del que está arriba, nada hubiera sido posible”. Vaya si amaba al fútbol: atajó hasta los 44 años.

Gatti se hizo un lógico merecedor del apodo Loco por su espíritu alegre para interpretar el fútbol como un espectáculo, un show. Consideraba que el hincha que iba a la cancha debía llevarse algo más que un resultado. Y él se lo ofrecía con un estilo audaz, atrevido, que para muchos conservadores era fronterizo con la temeridad.

Nacido en Carlos Tejedor un 19 de agosto de 1944, dejó la vida de campo cuando su hermano lo trajo en un Rastrojero a Buenos Aires para sumarse a las divisiones inferiores de Atlanta. “El día de la prueba me metieron como 14 goles, yo me daba por fusilado, pero el Nano Gandulla me tranquilizó: ‘Pibe, usted se queda’.

SU PASO POR LA SELECCIÓN ARGENTINA. El “Loco” Gatti también fue parte de la “Albiceleste”.

El Nano fue el primer director técnico importante en mi carrera, pero no el único. También tengo que darle las gracias a Osvaldo Zubeldía, Renato Cesarini, el Toto Lorenzo, al Flaco Menotti”, recordó una vez.

También se consideró un afortunado por haberse cruzado en esos primeros tiempos con Carlos Griguol y Luis Artime: “Yo siempre digo que uno sale derecho o torcido según le vaya en los momentos fundamentales de la vida. Yo me encontré rápido con los consejos de Griguol y Artime. Ellos me dijeron: ‘Pibe, esto es así y asá, cuídate, y el día que veas un mango cuídalo bien’. Si soy alguien en la vida seguro que se lo debo a ellos”.

Debutó en primera en reemplazo de Néstor Errea, a quien también le gustaba atajar lejos de los tres palos. River entrevió en un joven Gatti al sucesor de Amadeo Carrizo, que estaba en el último tramo de su carrera. Además, el alumno podía aprender de manera directa del maestro.

Suplente al principio, cuando le tocó ser titular cometió varios errores de cálculo que le costaron goles infantiles. No solo no hacía olvidar a Amadeo, sino que a diferencia de este creaba revuelo con sus declaraciones a la prensa. A River le resultó demasiado incómodo el personaje y lo transfirió a Gimnasia en trueque por Carballo.

En el Lobo despegó su carrera. Empezó a ajustar sus salidas a cortar los centros, los anticipos con el pie fuera del área, la intuición para prever los ataques. Mientras se ganaba el aprecio de los hinchas de Gimnasia, Gatti mandaba mensajes seductores a los de Boca.

Juan Carlos Lorenzo sería un entrenador crucial en su trayectoria. Lo llevó a Unión, que perdió con River la final del Nacional 1975. De ahí, el salto de ambos a Boca, donde Gatti alcanzó la gloria y la estatura de ídolo. Boca no ganaba un título local desde 1970 y River había resurgido con Ángel Amadeo Labruna.

Con Gatti, el desquite llegó pronto: bicampeonato en 1976, con la final del Nacional ganada a River con el gol de tiro libre de Rubén Suñé. En 1977 llegó la conquista de la primera Copa Libertadores en la historia de Boca con una participación decisiva de Gatti: en la tercera final de desempate ante Cruzeiro, en Montevideo, le atajó a Vanderlei el último penal de la serie.

Al año siguiente levantó la segunda Copa Libertadores y la primera Copa Intercontinental, con encuentros de ida y vuelta frente a Borussia Monchengladbach. Fueron seis títulos con el buzo de Boca, todos los de su carrera en primera.

El idilio con la hinchada xeneize iba en aumento y su nivel lo llevó a ser convocado al seleccionado argentino conducido por César Luis Menotti. Se acercaba el Mundial 78 que organizaba la Argentina. Memorable fue su actuación bajo la nieve en el amistoso que el seleccionado le ganó 1-0 (gol de Mario Kempes) a la desaparecida Unión Soviética. Tras ese partido fue bautizado como el “León de Kiev”.

Una lesión lo marginó en la recta final al Mundial, mientras en River se acrecentaba la figura de Ubaldo Matildo Fillol, al cabo determinante en la conquista de la primera Copa del Mundo. Entre Gatti y Fillol no solo sobrevolaba la rivalidad Boca-River, sino también los estilos antagónicos que representaban.

El Pato era todo reflejo, potencia de piernas, imponencia física, voladas espectaculares, poco menos que inexpugnable bajo los tres palos. Gatti era un arquero con alma de jugador de campo, un espíritu libre, un físico magro, alguien que quería que la pelota le llegara no solo para atajarla, sino también para jugarla, para sentirla en su empeine, para buscar a un compañero con un pase preciso.

Hubiese encajado perfectamente en esta época, a partir del cambio reglamentario que al arquero le impide tomar con las manos una cesión de un compañero. Estupendos exponentes del puesto, Fillol y Gatti comparten un récord: 26 penales atajados, sin contar las series de desempate.

Su estampa desinhibida atrajo a las marcas y las agencias publicitarias. Fue un precursor como futbolista participante en un aviso publicitario televisivo. “Quiere tener smowing, tome Ginebra Bols”, decía la voz en off mientras el Loco tomaba un trago de la bebida blanca y hacía un gol de arco a arco. Eran otros tiempos, en los que no se cuestionaba asociar el consumo de alcohol con el deporte.

Patentó una parada: “la de Dios”, que consistía en salir a tapar en los mano a mano con el rival y quedar casi de rodillas, con los brazos abiertos y la cara al frente. Carlos Navarro Montoya y Germán Burgos la adoptaron para su repertorio, a pesar de los riesgos físicos que implicaba. En 1976, Gatti sufrió una fractura de mandíbula cuando el delantero Daniel Astegiano (Independiente) lo chocó con una rodilla. Lo sacaron en camilla con la boca sangrando.

Arquetipo del fanfarrón argentino en muchas de sus conductas, una vez desafió al personaje inconveniente. En 1980, en la previa de un partido llamó “Gordito” a un Diego Maradona que ya deslumbraba en Argentinos. El N° 10 tomó nota y le hizo cuatro goles en un 5-3 en la cancha de Vélez.

Idolatró a Cassius Clay (Muhammad Alí, tras convertirse en musulmán) y le imitó esa tendencia a considerarse el mejor, a hacer un acto de autoafirmación en cada aparición pública. Homenajeó al gran boxeador norteamericano al bautizar a uno de sus hijos con los nombres Lucas Cassius, que fue futbolista profesional y es entrenador del Sub-23 del Bromley FC (cuarta división de Inglaterra)

El ocaso de su carrera fue contemporáneo con los malos tiempos institucionales de Boca. No pudo elegir retirarse de la mejor manera: en la primera fecha del torneo 1988/89, tras una derrota por 1-0 ante Deportivo Armenio en la Bombonera, el técnico José Omar Pastoriza le quitó la titularidad para dársela a Navarro Montoya. No atajó más. Una década después, en 1998, tuvo el partido de despedida, cuando Boca festejó la obtención del Torneo Apertura de ese año.

Desde hacía varios años estaba radicado en Madrid, donde era panelista en el programa futbolístico “El Chiringuito de Jugones”. Fue un polemista de verbo ácido. Frente a las cámaras, más de una vez fue un severo crítico de Lionel Messi y reconoció su predilección por Cristiano Ronaldo. Incluso a pesar de la conquista del Mundial de Qatar, fue impiadoso con el 10 argentino. “Hizo más Di María que él, él no hizo nada”, espetó, sin correrse de ese personaje.

Gatti había pasado un gran susto en 2020, cuando quedó internado en Madrid tras contagiarse de Covid en los comienzos de la pandemia. “Me di cuenta de lo que estaba pasando cuando me lo dijeron.

Estuve cerca de morir”, dijo entonces. Pero salió adelante, apoyado en el gran amor de su vida, Nacha Nodar, con quien se casó en 1977 y tuvo dos hijos: Federico y Lucas. Nacha falleció a mediados de 2024, lo que significó un durísimo golpe para el Loco.

“Fueron muchos años juntos… 54. Toda la vida juntos. Yo nunca me di cuenta de que se iba a morir. Estaba seguro de que me moriría yo primero. Porque aparte ¡parecía una piba de 20 años! ¡No envejecía más! Y se murió en tres días. Ella sí que vivió para mí, eh. La mujer más linda que vi en mi vida. Muy linda, y buena gente. Yo siempre le decía ‘Alain Delon’… y ya no está”, le dijo a LA NACION, en una entrevista a fines de 2024.

Por derecho propio, Gatti integra la galería de los mejores arqueros de la historia del fútbol argentino. Un Loco lindo, carismático, juguetón, irreverente. Cumplió sobradamente con su objetivo de arrancarle una sonrisa al fútbol.

FUENTE: lanacion.com

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Fuente: https://www.primeraedicion.com.ar/nota/100995191/el-futbol-esta-de-luto-murio-hugo-orlando-gatti/

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