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“Todos los días recojo lo nuevo”

La magíster arquitecta Mary Edith González Triay (90) recordó que su profesor de historia, Jorge Ochoa de Guillor, les decía que el investigador no debe guardarse sus trabajos ...

La magíster arquitecta Mary Edith González Triay (90) recordó que su profesor de historia, Jorge Ochoa de Guillor, les decía que el investigador no debe guardarse sus trabajos “porque se mueren”. En cambio, cuando los publica, “siempre hay alguien que los toma y los sigue haciendo crecer”. Y ella lo entendió al pie de la letra.

Después de 40 años de estar sumergida en la profesión, comenzó a volcar sus escritos en la computadora y ya lleva viralizadas más de 40 investigaciones. Sus ganas de saber, de aprender, de dar, no se detienen. Y cuando le preguntan cómo hace para mantener intacta la memoria, responde: “porque la protejo. Todo va a parar a la computadora, los nombres, las fechas, porque mi memoria tiene que estar vacía para seguir creciendo. Si no crezco, me va a pasar lo que les pasa a los de 90”, dijo, poniendo de manifiesto su gran sentido del humor.

La recientemente declarada Personalidad destacada de Posadas, nació el 22 de diciembre de 1932, hija de Juan, empresario, dueño de “la bañadera” y de colectivos, y de Nélida Raquel Triay, maestra de la Normal y de la Escuela Nº106.

Cursó estudios primarios y secundarios en la Escuela Normal Mixta Estados Unidos del Brasil, donde se recibió de maestra bachiller. Terminó la carrera de arquitecta en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Córdoba y, a pesar que tenía buenas perspectivas de trabajo, decidió volver a Misiones.

“Me preguntan cómo tengo tanta memoria. Y es porque la protejo. Todo va a la computadora, los nombres, las fechas, porque mi memoria tiene que estar vacía para seguir creciendo. Si no crezco, me va a pasar lo que les pasa a los de 90”, dijo entre risas.

De regreso a la tierra colorada, abrió su estudio y alternó la arquitectura con la docencia. Trabajó en el Instituto de la Vivienda (1959-1961) en el proyecto de construcción de casas industrializadas, también en la Dirección de Arquitectura -adonde ingresó por concurso-, como proyectista, directora e inspectora de obras.

A lo largo de su carrera se destacó por sus trabajos de restauración y valorización de las Reducciones Jesuíticas; la restauración de la Casa de Gobierno de Misiones (pintura, carpintería, mármoles y cubierta, con la colaboración de Alba Ibarrola y Silvia Marelli); dibujando los planos del anfiteatro “Manuel Antonio Ramírez”; la construcción de la Escuela de Comercio Nº 6, y del edificio Haddad, entre otras.

 

Segunda mujer arquitecta

El año en que egresó de la Escuela Normal “Estados Unidos del Brasil” se había agregado el sexto año por decisión de Oscar Ivanissevich, exministro de Educación y Deportes de la Nación. “Eso fue muy bueno para nosotros. Personalmente me sirvió porque, para ingresar a la Universidad de Córdoba, tenía que rendir tres materias y rendí solo una porque a las otras dos ya las habíamos dado. Además, aprendimos mucho. Tuvimos unos profesores de novela”, manifestó.

Aprovechando que su hermano Jorge González Triay (juez) se había casado con una cordobesa, siguió arquitectura en la provincia mediterránea -viajó en compañía de su hermana Edma Dora, doctora en biología y zoología), motivada por “Nené” Rosales, la primera misionera en recibirse de arquitecta entre 1949 y 1950. Por su logro, esa profesional “había salido en el diario, y eso me llamó la atención”, dijo. Además, creía que arquitectura tenía mucha matemática, y en realidad no era tanta, todo era dibujo. “Me costaba mucho. Si tenía que hacer una manzana, dibujaba de un lado y calcaba el otro, pero aprendí, porque tuve muy buenos profesores de dibujo como Areu Crespo o Gastón Dachary”, aseguró.

Ingresó a la carrera en 1951, en una época en que “todos los profesores buenos se habían ido del país. Quedaron los de mucho apellido, cordobeses, y éramos muchos alumnos, por lo que tenía que ir a las clases teóricas de la mañana y tenía que sentarme porque se armaba una lista y si te ibas, te borraban, y agregaban a otro”.

Inició luego la especialización en Conservación del Patrimonio realizando el Posgrado en FAU-UBA, y las Maestrías en Gestión Urbana en el Instituto Nacional de Administración de Empresas y en Conservación del Patrimonio en el Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio con sede en Canarias (CICOP) en la Subsede Argentina.

Presentó las Misiones de Santa Ana, Loreto, San Ignacio y Santa María y el Parque Nacional Iguazú para ser inscriptos en la Lista del Patrimonio Mundial (1974).

Trabajando en la Dirección de Cultura de la Provincia de Misiones fue directora del Sub-Proyecto Santa Ana-Loreto y de la Misión de Santa Ana, realizando trabajos de investigación y conservación en las Misiones de Candelaria, San José, Apóstoles, Santa Ana, Loreto, San Ignacio, Corpus, San Javier, Santa María, Concepción, Mártires, Arroyo del Medio, que fueron presentados en congresos, seminarios, jornadas nacionales y extranjeras, en los que fue organizadora, coordinadora y expositora.

Fue Miembro Titular del ICOMOS y CICOP, de la Junta de Estudios Históricos de Misiones y de la Junta de Estudios Históricos de San Ignacio. Es Miembro Vitalicio del Colegio de Arquitectos de Misiones.

Agregó que “los buenos profesores volvieron recién en 1955. Hice mi último año, y la tesis sobre el Centro Cívico de Córdoba donde está la Catedral, el Cabildo, y sobre la calle 27 de Abril, le agregué un edificio de propiedad horizontal. Me recibí el 5 de mayo de 1958. Y a partir de ese momento, durante los 5 de mayo sucedieron cosas importantes. En esa fecha me casé, nació mi hijo Joaquín, el 5 de mayo nació mi última nieta”.

Como tenía que investigar sobre el Cabildo, “me permitieron ingresar al archivo, donde me enteré de cosas insólitas sobre la vida de San Martín. Por eso, en lugar de hacer la tesis en seis meses, me extendí por más de un año. Me gustó muchísimo porque era una historia que no me habían contado”.

Como era muy buena alumna, el decano de la Facultad de Arquitectura la llevó a trabajar a su estudio.

Una de las mejores profesoras era la arquitecta Marina Kitroser de Waisman, que sabía tocar el arpa, “me invitaban a las reuniones y era la época en que Ramón Ayala publicó el Mensú, entonces me subí a una mesa y les bailé ese tema. Todos quedaron asombrados porque nadie bailaba nuestros bailes”.

Cuando tuvo el título en sus manos, no pensó en quedarse “porque yo soy misionera”. Entiende que tuvo “mucha suerte” porque a su regreso la contrataron en la Dirección de la Vivienda, creada por César Napoleón Ayrault, para realizar edificios que aprovecharan la madera, para la construcción. El trabajo que se hizo en el más tarde Instituto de la Vivienda fue pionero y nunca vuelto a realizar.

El prototipo de esas casas fue realizado por Jorge Pomar, porque era amigo de Mario SotoRaúl Rivarola fue su profesor de Legal (leyes para los trabajadores), la última materia que rindió en Córdoba-, que ganó todos los concursos del movimiento moderno. Los barrios se entregaban con las calles pavimentadas, y servicios de electricidad, agua, gas y teléfono.

Al poco tiempo de su incorporación a la Oficina de Proyectos, el arquitecto Pomar ganó el concurso del Centro Cívico de Necochea y dejó su puesto en la Comisión de la Vivienda, al que Mary González accedió por seguirlo en el orden. “Imagínense, la segunda mujer arquitecta de la provincia, recién recibida, con apenas 27 años, y con un plantel de cien obreros a cargo, que me probaron de todas formas. Pero los arquitectos recibidos en Córdoba en esa época teníamos una muy buena formación práctica ya que en todas las materias se nos llevaba a la obra, se nos explicaba -cosas que hoy se han perdido-, así pude pasar ese difícil momento. Inicié la dirección de las obras empleando para su realización los utilizados en Proyectos del Plan URBIS”, expresó.

Explicó que las viviendas estaban sobre unas plataformas. “Y yo peleaba por las capas aisladoras, cosa que veo que a nadie le interesa, pero es lo que te salva que suba la humedad por las paredes. Teníamos desniveles en las obras. Y como tenía que ir de una obra a otra, les enseñaba como tenían que hacer la capa aisladora. Cuando volvía, habían colocado los ladrillos sin capa aisladora. En aquel entonces se podía cumplir con la función, porque la autoridad valía, no es como ahora. Señores, deshacen todo y lo hacen de nuevo. Y obedecían, aunque estaba recién recibida”.

 

Trabajo premiado

En 1960 se realizó en Buenos Aires el X Congreso Panamericano de Arquitectos, evento en el que el Instituto de la Vivienda presentó un trabajo sobre las viviendas prefabricadas de madera con el que realizaron los barrios Hipólito Yrigoyen, Belgrano, Cabred, de Posadas. Este trabajo fue premiado en el Congreso.

La Resolución dice: “Se recomienda se cite y publique totalmente en los Anales del Congreso y se difunda por los organismos relacionados con el tema, el trabajo sobre ‘Viviendas Prefabricadas de madera’ presentado por el Instituto Provincial de la Vivienda de Misiones”.

Por ese trabajo se otorgó una beca a Mary González para ir a estudiar sobre viviendas de madera en Caracas, Venezuela, pero no podía porque estaba abocada a la crianza de sus pequeños hijos (Joaquín, Lisen y Roberto Haddad, fruto de su matrimonio con Joaquín Haddad, y Silvia Elena Figueredo, su hija del corazón), por lo que compartió la invitación a Susana Merino, una arquitecta amiga dedicada a igual temática, que “después me transmitió los conocimientos adquiridos”.

“A dos días de haber regresado a Misiones estaba trabajando en el Instituto de la Vivienda. Con las viviendas industrializadas de madera, hice más de 60 trabajos en dos años. Levantamos los barrios Belgrano, 25 de Mayo, Hipólito Yrigoyen y Cabred, y casas para el Ejército Argentino”.

En 1971 tuvo a su cargo el proyecto y dirección del Edificio Haddad, emplazado en Bolívar y Rivadavia, tarea que le fue encargada por su suegro, Andrés Haddad, con una serie de complicaciones a resolver.

Y así como esas, tuvo a su cargo muchas obras, pero también asistía a congresos como el de París o Nápoles, por citar algunos. “Empecé a presentar ponencias porque iba adquiriendo conocimientos, experiencias y, además, me hacía de amigos en todo el mundo. Los hombres me perseguían y no precisamente para quererme, sino para sacarme del medio. En mi trabajo en la Dirección de Arquitectura, pedía permiso por escrito y no me daban, pero me iba lo mismo porque a mi parecer tenía que seguir adelante. Cuando volvía, tenía un sumario. Tuve como cinco”, señaló.

Indicó que, por pedido de Silvia Pini de Ayala y de Fanny “Chicha” Ettori de Contristano -que la hizo parte de la Junta de Estudios Históricos-, que estaban frente a las Ruinas Jesuíticas, “me cambiaron a la Subsecretaría de Cultura de la provincia y me nombran directora de las Ruinas de Santa Ana y Loreto en 1993. Allí estuve cuatro meses y conocí a la más grande arqueóloga, Ruth Adela “Chiqui” Poujade, que era igual que Aldo Contristano en el Instituto de la Vivienda: nos levantaba a las 5, desayunábamos y a las 6 íbamos al campo”.

Después fueron a San Ignacio donde pusieron en valor la Casa Museo Miguel Nadasdy. En Candelaria, estuvieron trabajando en las Ruinas durante un año y medio. Viajaron a Concepción de la Sierra, con el propósito de remodelar la plaza. Documentaron lo que sus ojos vieron en los Santos Mártires del Japón, Santa María, San José, San Javier, Corpus, Arroyo del Medio, y Apóstoles, donde conoció a los ucranianos y, en base a eso, escribió un libro dedicado “a mi primera nieta, que lleva genes de esa colectividad”.

 

Los planos del anfiteatro

Posadas no tenía espacio para albergar al XXIX Campeonato Argentino de Básquet, por lo que el gobernador César Napoleón Ayrault impulsó la construcción de un escenario acorde a la importancia del torneo: el Anfiteatro Manuel Antonio Ramírez. La obra fue construida por el Instituto de la Vivienda, a cargo de Aldo Contristano, en apenas seis meses. El 16 de febrero de 1962, Ayrault inauguró la obra ante una multitud.

El proyecto era de Jorge Pomar y Carlos Alberto Morales, y “yo les ayudé a dibujar los planos, que para ese entonces ya dibujaba bien. Nos quedábamos trabajando hasta las 3 de la madrugada. También les ayudé a dibujar la plaza 9 de Julio, que ya no existe. Contristano también dirigió la edificación de la Cámara de Diputados. Fue en 1944, cuando se iba a hacer la primera Fiesta de la Yerba Mate, con la visita del presidente Edelmiro Farrell”, recordó.

 

Receta para encarar la vida

Maestra bachiller, profesora superior de piano con medalla de oro, taquígrafa y dactilógrafa, arquitecta urbanista, profesora superior de inglés con posgrado en Inglaterra, orientóloga de control mental, con un posgrado y tres maestrías, confió que desde muy joven veía la relación que tenía la educación con el triunfo en la vida y que durante el primer año de su estadía en Córdoba integraba los grupos que iban a charlar con la gente que vivía en las cuevas que habían pertenecido al ferrocarril.

Luego, a través de los años dedicados a la profesión, integró todos los estamentos de la educación (pre-primaria, primaria, elemental, secundaria, terciaria, universitaria), en los que siempre dedicaba unos minutos a charlar con los alumnos, a los que también recibía en su casa, de la forma en que se debía encarar la vida para seguir los conceptos morales y aprender a mejorar y a alcanzar niveles superiores en la cultura y mejoramiento del nivel económico.

“Tuve satisfacciones por medio de mis alumnos. En un congreso dijeron que yo era una profesora que atendía sus reclamos y les ayudaba en la vida diaria”, celebró. Es que daba a los estudiantes, fuera de las horas de clase, orientología práctica, destinada a incrementar el poder de la mente.

Los temas principales los trataba a través de los libros: El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry; El Profeta, de Kahlil Gibran, y Tus Zonas Erróneas, de Wayne Dyer.

Se define “muy feliz”, y enseguida le vienen a la mente sus nueve nietos y su bisnieta. Y a eso contribuye su buena salud, a la que alimenta con dos horas de natación diaria, bicicleta fija, subir y bajar escaleras, dos litros de agua y una buena dosis de sol, sugeridos por “la mejor doctora del mundo, Irene Paz”.

Entre otras tantas ocupaciones, en 1963, se desempeñó como maestra en la Escuela Nº 101 del Establecimiento Yerbatero “La María Antonia”, de San Ignacio, donde adquirió un gran conocimiento de las familias y de los niños del lugar. Tenía a cargo 23 alumnos de cuarto, quinto y sexto grado, anexados, en un único turno, el de la mañana, práctica que era corriente en las escuelas rurales en las que la matrícula era escasa.

“Éramos tan solo tres maestras y vivíamos en la misma casa, por lo que podíamos ponernos de acuerdo para desarrollar un trabajo homogéneo”, rememoró. La mayoría de los alumnos, hijos de los trabajadores del establecimiento, manifestaban una preparación inferior al grado que cursaban y venían de varios kilómetros a la redonda, ya que las viviendas estaban dispersas en las 700 hectáreas del campo.

Recordó que durante la clase no era fácil lograr la atención de todos y, además, había que planificar muy bien la tarea para dar a la vez la misma materia con dificultades diferentes. Si enseñaba matemáticas, trataba que lo que debían aprender los alumnos de cuarto sirviera de repaso para los de quinto y sexto. En ocasiones dentro de la enseñanza de la geometría, un curso armaba cuadrados, rectángulos, rombos, romboides, trapecios, trapezoides etc. como trabajo práctico. Si daba historia, relataba la vida de los héroes como si fuese un cuento o fábula de manera que no fuera muy difícil para los más pequeños, pero tampoco tan fácil para que los más grandes no se aburrieran.

 

En las aulas

Fue docente en la Escuela Nº 101, Establecimiento “La María Antonia”, en San Ignacio; Escuela Nº 74, de San Ignacio (inglés); Escuela Nº 15, de San Ignacio (música). También en la Escuela Normal, Escuela de Comercio Nº 1, Escuela de Comercio Nº 8, Escuela de Comercio Nº 6, Colegio Martín de Moussy, Colegio Manuel Belgrano, ENET Nº1 “UNESCO”, de Posadas, y en el Bachillerato Polivalente Nº 5, de San Vicente. Además, la obra de la Escuela de Comercio Nº 6 –construida en niveles- fue proyectada y dirigida por Mary González.

La entrada “Todos los días recojo lo nuevo” se publicó primero en Primera Edición.

Fuente: https://www.primeraedicion.com.ar/nota/100706989/todos-los-dias-recojo-lo-nuevo/

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